Menos de dos años después –y habiéndose visto en persona tres veces- ella aceptó la propuesta de matrimonio de él, quien vivía en otro país, lo que suponía cambiarse a su lugar de residencia.
Un amigo en común le preguntó a ella que pensaba hacer si la convivencia no funcionaba, estando lejos de su tierra y su familia.
“Comer mierda”, contestó, “toda la que me toque, porque no pienso devolverme”.
A menudo veo sus fotos en el cara e´libro y me pregunto si la felicidad que reflejan será fruto de una vida plena o de un buen entrenamiento para fingir.
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